Tres hermanas criadas en soledad en una isla desierta para evitar el contacto con los hombres, quienes pueden transmitir toxinas a las mujeres. Esta es la premisa de la que parte la autora galesa Sophie Mackintosh en su novela The Water Cure. Nos propone una distopía donde las hermanas protagonistas tendrán hasta que pasar por rituales de purificación como beber agua salada o aguantar temperaturas extremas tanto frías como cálidas. La situación es clara, bajo ningún concepto puede haber contacto con un hombre pues la masculinidad es literalmente tóxica.
The Water Cure es una prueba de que la distopía feminista está de moda en la literatura actual. Temas como la desigualdad de género, la misoginia, la violencia hacia las mujeres y el sexismo institucional son los más habituales en este tipo de novela. Probablemente, porque están a la orden del día como la propia Mackintosh afirma: “sentí que no necesitaba inventar un desastre, porque ya estaba ocurriendo un desastre”. La eclosión de esta corriente literaria solo es una muestra más de la preocupación creciente sobre la vulnerabilidad de los derechos y el estatus social de la mujer. Un reflejo de la angustia y ansiedad del presente que, como afirma la autora, sin ser algo novedoso, está más presente que nunca. No cabe duda de que estamos inmersos en un momento complicado, de tensión entre mujeres y hombres, donde los roles de género son cuestionados y se tambalean más que nunca.
En cualquier caso, pese a la complejidad de la situación establecida, hay razones para no abrazarnos únicamente al pesimismo. Actualmente hay más mujeres inmersas en política que nunca, y la sociedad se muestra unida para clamar contra los delitos de índole sexual y comportamientos sexistas. Un magnífico ejemplo de esto fue el escándalo sexual del productor Harvey Weinstein que desencadenó protestas masivas en la calle y las redes sociales, de las que fueron partícipes hasta personalidades hollywoodienses del calibre de Jessica Chastain o Mark Ruffalo.
