En los años 90, con la aparición de las primeras redes sociales en Internet, se abrió una nueva posibilidad: la creación de una agenda de contactos sin los tradicionales límites físicos. Lo que pocos nos imaginábamos es que, a día de hoy, éstas fueran de tal magnitud, estuvieran tan extendidas y gozaran de la relevancia que tienen. Tampoco que fuesen a tener una influencia decisiva en lo que hacemos y lo que queremos que vean que hacemos. La red social que más ha crecido en los últimos años es Instagram, y con ella una tendencia social que ha emergido recientamente, el postureo. El postureo es el arte de aparentar o proyectar una imagen de nosotros que no se corresponde con la realidad. El objeto final es causar buena sensación, que los demás vean lo cool que somos y lo aprueben. O bueno, más bien lo cool que tratamos de ser.
La falta de autoestima sería uno de las principales causas de ola postureta en la que estamos inmersos, según afirma la Universidad Van Wageningen de Holanda. Parece ser que darnos poco valor nos incita a sacarnos selfies y lucir sonrisas Profident. Todo vale para ganar un par de likes. Este tipo de actitudes podríamos pensar que son más propias de perfiles juveniles, pero la realidad es que es común en todo tipo de edades.
Si vivimos con el afán de exponer lo que hacemos constantemente, a mi juicio estamos cometiendo un grave error. Sobretodo si el valor que otorgamos a nuestras experiencias está determinado por cuánta gente nos va a ver o qué van a pensar de nosotros, cuando lo realmente importante es cómo se siente uno mismo. Es peligroso y tentador crearse una identidad diferente a lo que somos para ocultar inseguridades o defectos, porque al final, lo único que conseguimos es disfrazar unas realidades y proyectar otras. Por último entiéndase bien mi intención en este escrito, porque sí se puede disfrutar de los momentos especiales, capturarlos y subirlos más tarde si lo consideramos apropiado, pero eso no los hace mejores, ni más especiales. La clave es encontrar un equilibrio sin perder nunca nuestra esencia.
